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miércoles, 23 de marzo de 2011

Spinoza siempre

Nos llegan noticias del nuevo libro de John Berger, que saldrá en mayo en Inglaterra, Bento's Sketchbook, una recreación de un cuaderno de dibujos del filósofo Spinoza, cuya sombra es bien alargada: desde Borges, a Deleuze, Negri o Damasio, la pequeña obra de este gran pensador no deja de producir nuevas imaginaciones de intensidad renovada.


¿Y novelistas, también? Tomemos a Paul Auster, por ejemplo: en su novela de 1994, Mr. Vértigo, escribe:

Le encontraba solo en la habitación sentado en una silla leyendo su libro. Era siempre el mismo libro- un pequeño volumen verde manoseado que llevaba consigo en todos nuestros viajes- y llegó a serme tan familiar como las líneas y los contornos de su cara. Estaba escrito en latín, ni más ni menos, y el nombre del autor era Spinoza, un detalle que no he olvidado nunca, aún después de tantos años. Cuando le pregunté al maestro por qué estudiaba ese libro una y otra vez, me dijo que era porque nunca llegabas al fondo. Cuanto más ahondas en él, dijo, más encuentras y más tiempo te lleva leerlo.

- Un libro mágico -dije-. Nunca se agota.

- Eso es, jovenzuelo. Es inagotable. Te bebes el vino, dejas el vaso sobre la mesa y, mira por dónde, coges el vaso otra vez y descubres que sigue estando lleno.

- Con lo cual acabas borracho como una cuba por el precio de una sola copa.

-Yo mismo no podría haberlo expresado mejor-dijo él volviéndose repentinamente y mirando por la ventana-. Te emborrachas del mundo, muchacho, te emborrachas del misterio del mundo.

Ese libro es la Ética de Spinoza, uno de los top 10 de la filosofía occidental, hecho de axiomas y corolarios, y de aforismos perfectos como los conocidos: "Nadie sabe lo que puede un cuerpo" o "La voluntad de dios, ese asilo de ignorantes".

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