Páginas

jueves, 6 de septiembre de 2012

Clarté, Le Corbusier y los libros de arquitectura

A partir de un acontecimiento que podría haber derivado en una narrativa de viaje, me propongo hacer algo distinto: una incursión diletante en el mundo de la arquitectura. La excusa es el Edificio Clarté de Le Corbusier en Ginebra.

Recuerdo un texto de hace más de noventa años actualizado en el blog de mi compañera y amiga Andrea, se trataba de aquel maravilloso Reglas para quien construya en las montañas, de Adolf Loos, recogido en sus escritos editados por El Croquis y de una contemporaneidad absoluta. Desde aquellas lecturas y la de la aproximación de David Bestué a la obra de Miralles, me permito alzar la vista, tomar distancia y hacer el ejercicio de abstracción que me acerca a la forma, la estructura, el material, el espacio, el volumen, la luz...en suma, una especie de acercarse al razonamiento arquitectónico, libros mediante. Y parece que el rigor de la geometría no muerde, aunque no entendamos los cálculos, las fórmulas o los diferentes sistemas de estructuras al detalle (siempre me ha gustado ver los edificios e imaginar cómo serían las viviendas, adivinar los espacios interiores a través de sus ventanas, y ahora también por el material que las sostiene).

La construcción del Clarté data de 1930-1932. Le Corbusier y P. Jeanneret encontraron en aquel proyecto la ocasión de realizar la primera construcción en seco, gracias a la exigencia de su promotor E. Wanner, empresario industrial, constructor y fabricante de los elementos metálicos del edificio (Wanner dirigía una empresa ferroviaria y expuso sus productos en la Exposición Nacional de Artes decorativas en la ciudad de Paris en 1925).

El Clarté está compuesto en realidad de dos edificios gemelos de 25 metros de fachada y 15 de profundidad con apartamentos concebidos sobre la base de 14m2, agrupados entorno a una caja de escalera cada uno.

La estructura del edificio está realizada mediante perfiles soldados, no remachados.












Hacia 1927 Wanner había encargado algunos esquemas para diversos proyectos se comenzaba por entonces a introducir el concepto de la “rue interieur” o “rue vertical”.

Basado en cuatro de los cinco puntos de Le Corbusier, este proyecto representó un punto de inflexión en la obra del arquitecto, que realizó un valioso trabajo de investigación en la manera de construir el edificio: el “montaje en seco”.

La estructura a base de pilares metálicos es montada y soldada, dejando las plantas libres y cediendo espacio a la creatividad para conformar los interiores con muros que no cargan.

En el interior, el concepto que maneja Le Corbusier es el de un bloque organizado en dos niveles alrededor de un jardín. 

 
La estructura fue diseñada por el ingeniero civil Robert Maillart y se hizo a partir de acero estándar con piezas prefabricadas, que van desde las columnas, en la retícula, con los ejes principales que cuentan con una separación de 2.80m de separación y trabes que las unen para formar marcos rígidos de acero. A su vez el entresuelo se hizo de piezas de acero extruido horizontales de 0.20 x 0.15m a cada 0.90m aproximadamente, recubierto de aislamientos y madera (en la parte superior) y un plafón (en la parte inferior).

Piezas prefabricadas, acero laminado, placas de reja de acero, barandillas tubulares y vidrio, dotan al bloque de ligereza y transparencia, hasta el domo hecho de piezas de acero y vidrio que coronan esta especie de calles-escalera.

Se puede ver también el recubrimiento con lámina de acero en la parte frontal que se despliega en los locales comerciales. La fachada frontal se encuentra totalmente acristalada y tiene cojinetes de fricción en el vidrio, detalle innovador para la época.

Obsérvese el acristalamiento mediante los muros de vidrio que se localizan en los accesos de edificio y en algunas partes en planta baja. Sin olvidarnos de las piezas prefabricadas de concreto para los espacios exteriores (terrazas en planta de primer nivel en el basamento y en el solárium que se ubica en la cubierta superior del edificio).



A propósito del edificio y ya de regreso, recordé la fascinación que me produjeron años atrás los dibujos de los cuadernos de viaje de Alvaro Siza que vi en una exposición, y me puse a buscar dibujos de Le Corbusier, no encontré los correspondientes al Clarté pero sí otros de extraordinaria belleza.


Decía San Agustín: "El mundo es un libro, aquel que no viaja solo lee una página".

Lucía, de Laie CCCB

No hay comentarios:

Publicar un comentario